FINALISTA Mejor Iniciativa Pública en Edificación: Reforma Residencia de personas mayores Hogar Doz de Tarazona (Zaragoza) de Ignacio Grávalos y Patrizia Di Monte Arquitectos.

Residencia de personas mayores Hogar Doz de Tarazona

Finalista a Iniciativa Pública en Edificación

 

Reforma Residencia de personas mayores Hogar Doz de Tarazona (Zaragoza) de Ignacio Grávalos y Patrizia Di Monte Arquitectos.

 

Emplazamiento: Paseo Tierno Galván 36, Zaragoza

Promotor: IASS Gobierno de Aragón

Arquitectos: Ignacio Grávalos Lacambra – Patrizia Di Monte

Final de obra: Diciembre, 2024

Presupuesto: 771.179 euros

El envejecimiento de la sociedad, así como el incremento de la soledad, ha pasado a constituir una de las mayores problemáticas de la realidad contemporánea. La exaltación de la juventud, iniciada a lo largo de los años sesenta, ha ido aumentando progresivamente mientras que la figura del mayor o anciano se ha ido devaluando hasta pasar a ser considerado un componente residual en muchas de las sociedades. Como no puede ser de otra forma, esta dinámica ha provocado la preocupación de los gobiernos europeos hasta el punto de crear ministerios específicos de la soledad, conscientes de su importancia en la articulación de la sociedad actual.

En este contexto, cobran especial importancia aquellas tipologías arquitectónicas destinadas a dar una respuesta a este tipo de problemática, muy determinadas por usuarios de avanzada edad y con diversos grados de discapacidad. Desde la perspectiva arquitectónica resulta ineludible abordar estas situaciones con especial atención, aportando las soluciones necesarias para las posibilidades de interacción e integración de este sector de la población. Desde la disciplina arquitectónica y a través de modelos innovativos, se puede incidir en gran manera en esta peculiar manera de concebir el tiempo y el espacio. Es en ese contexto donde surge la idea innovadora de las UNIDADES DE CONVIVENCIA, cuyos principales objetivos son:

  • Favorecer la percepción del espacio como “hogar”.
  • Establecer ambientes afectivos.
  • Permitir la apropiación del espacio favoreciendo su personalización.
  • Favorecer la implantación de espacios exteriores.
  • Implementar una escala humana a los módulos residenciales.

 

La cuestión espacial es crucial y, por eso mismo, se proponen una serie de estrategias concretas tendentes a priorizar dichos objetivos.

 

El ambiente afectivo

Los espacios de las unidades de convivencia deben hacer sentir al usuario que se encuentra en su propio hogar. Para ello, la arquitectura no debe tener un carácter impositivo, sino que debe permitir personalizar algunos de los espacios en función del bagaje emocional del residente. En este sentido, juegan un papel fundamental los recuerdos y en concreto, por utilizar la terminología de Aldo Rossi, los “objetos de afecto”: aquellos objetos que contengan experiencias o narraciones personales (foto, libro, jarrón, máquina escribir) y que en este caso dispondrán de una escenificación especial.

Para ello, a lo largo de las zonas comunes, se disponen de espacios específicos en los que cada usuario podrá colocar aquellos objetos que le permitan apropiarse emocionalmente del espacio y hacerlo suyo. Esto no solo sucederá en la sala común, sino que cada habitación, a lo largo del pasillo, dispondrá de un elemento de personalización, pasando de ser considerada una distribución abstracta a percibirse como un universo personal.

 

El hogar

El lento transcurrir del tiempo y la limitación inevitable del espacio, considerados en la actualidad fundamentalmente como una anomalía, exigen soluciones específicas para evitar la discriminación o el abandono de la población envejecida. La accesibilidad, la funcionalidad y la legibilidad del espacio deben procurar clarificar recorridos en situaciones tendentes a la desorientación y a una mejora general de las formas de habitar.

Pero no solo eso, desde un punto de vista emocional, deben permitir establecer vínculos que generen sentido de pertenencia. Quizá, tal y como plantea la memoria de las bases, esta sea una cuestión primordial en este tipo de intervenciones: crear un hogar, concebir la residencia como la continuación de un espacio familiar que, por las razones que sean, ha quedado interrumpido. En este sentido es fundamental evitar una tabula rasa y facilitar la conservación de recuerdos a través de las pequeñas apropiaciones del espacio.

Como se ha comentado, resulta de capital importancia la percepción del espacio como un espacio humano y personal en el que poder vivir. Además de las estrategias generales, se ha considerado la significación especial que en esta cuestión desarrollan las diferentes materialidades y tonalidades. Culturalmente, existen una serie de asociaciones que integran la memoria colectiva del espacio:

Históricamente, y muy arraigado en el imaginario residencial ya desde el siglo XVIII, los tonos apastelados y desaturados han sido asociados al sentido del hogar, siendo posteriormente eliminados por el cientifismo y la abstracción del movimiento moderno. Se propone recuperar la tonalidad pastel como estrategia cromática para cambiar el imaginario de la residencia de ancianos y darle, a su vez, un carácter contemporáneo.

 

La naturaleza

Otra línea estratégica que se ha considerado para humanizar el espacio es la incorporación de la vegetación, tanto como atributo de los espacios interiores como de los exteriores. La vegetación se entiende aquí como un elemento simbólico de los cuidados.

En la zona de estar, se dispondrán zonas específicas para la colocación de plantas de gran fuste que caractericen el espacio y puedan servir como elementos blandos de separación de diversos recintos. En los pasillos se podrán incorporar elementos vegetales en los espacios destinados a los objetos de afecto. Las terrazas exteriores dispondrán de unas jardineras que permitan la plantación continua de modo que amortigüe el impacto del entorno urbano, humanice el espacio y ayude a establecer un microclima en la temporada veraniega.

 

Los flujos y las secuencias

La Unidad de Convivencia se ha planteado como una secuencia de tránsitos que ordene los distintos flujos que abarcan ámbitos tan antagónicos como los de la vida privada y la pública. La privacidad y la intimidad queda asociada a las habitaciones. Los pasillos suponen una especie de espacios intermedios ya que, a pesar de que su carácter pertenece ya a la dimensión de lo relacional, todavía conserva una vinculación personal a través de los espacios reservados para los objetos de afecto. Las zonas comunes presentan una secuencia de cocina>comedor>sala de estar>espacio exterior. Lejos de considerarlo como un espacio diáfano unificado, se ha intentado sectorizarlo visualmente a través de mobiliario o motivos vegetales que delimiten recintos pero no los hagan estancos. La cocina se dispone como un mueble más, con la posibilidad de que no llegue hasta el techo. Las piezas de comedor pueden resultar muy flexibles, dando respuesta a su propia función, pero también sirviendo como espacio de taller o de diversas actividades. La zona común se ha situado en los extremos de la banda residencial de manera que su conexión con el espacio exterior y con los núcleos de comunicación se produzca del modo más fluido posible. En la sala común del edificio antiguo se propone convertir las actuales ventanas en balconeras, de modo que facilite el tránsito de la sala y el comedor con la galería exterior.

 

La materialidad. La paleta de colores

Se propone la introducción de una cota de 2.10 (altura superior de los huecos de las puertas), pudiendo disponerse allí la señalética gráfica de las diferentes partes del edificio. Se pretende que la misma gráfica otorgue personalidad al espacio y sea un elemento identificativo y orientador. La franja inferior introduce una nueva textura que se propone con un tono apastelado.

[“Tono Pastel”]. En este caso, los acabados tienen un tono apastelado que caracteriza todo el espacio. Inspirado en el período rosa de Picasso, en el que a través de tonos cálidos sintetiza aspectos corporales y emocionales. La imagen transmite cuestiones intergeneracionales y, muy concretamente, relativas a la idea de los cuidados y de las ayudas. Según la socióloga y psicóloga Eva Heller1, el rosa contiene siempre connotaciones positivas, simbolizando la amabilidad, la cortesía y la sensibilidad. Permitirá distinguir los espacios de las habitaciones de los de las zonas comunes dar una identidad de referencia al espacio con una luz muy vinculada tanto al amanecer como al atardecer. Es una solución que remite tanto a la tradición como a la modernidad ya que se encuentra presente tanto en las imágenes canónicas de la vivienda burguesa del siglo XVIII y XIX, como en actuaciones contemporáneas que recuperan el color como estrategia. Esta tonalidad no introduce ningún elemento agresivo a la percepción del espacio. Se confía en el color y sus consecuencias perceptivas y psicológicas.

Para dar unidad al conjunto, se propone la división de estas dos franjas en la totalidad de las zonas comunes. Del mismo modo, se pretende no modificar las características de los suelos (en la zona de la residencia) para no introducir fragmentaciones innecesarias. El pavimento actual dialoga bien con la tonalidad escogida. Es muy importante dar unidad a todo el ámbito de las zonas comunes, tanto en suelo como en paredes.

Los falsos techos se configurarán según las instalaciones existentes, siendo en cualquier caso de características absorbentes al ruido formados por placas de yeso laminado perforado en base de yeso y zeolita, de modo que, a través de sus elementos minerales, produzca una mejora de la calidad del aire interior. Dispondrá de un sistema de luces indirectas, escamoteadas en franjas laterales, de modo que produzcan una iluminación más difusa y menos agresiva.

La creación de las “unidades de convivencia” proponen una reconfiguración del modo de afrontar el envejecimiento de la sociedad a través de nuevas tipologías arquitectónicas. Estos espacios pretenden reforzar el sentido de habitar un hogar, permitiendo personalizar algunos de los espacios en función del bagaje emocional del residente a través de aquellos “objetos de afecto que contengan experiencias o narraciones personales (foto, libro, jarrón, máquina escribir) y que en este caso dispondrán de una escenificación especial. La Unidad de Convivencia se ha planteado como una secuencia de tránsitos que ordene los distintos flujos que abarcan ámbitos tan antagónicos como los de la vida privada y la pública.

Los pasillos suponen una especie de espacios intermedios ya que, a pesar de que su carácter pertenece ya a la dimensión de lo relacional, todavía conserva una vinculación personal a través de los espacios reservados para los objetos de afecto. Los acabados están imbuidos por un tono apastelado que caracteriza todo el espacio. Inspirado en el período rosa de Picasso, en el que a través de tonos cálidos sintetiza aspectos corporales y emocionales. La imagen transmite cuestiones intergeneracionales y, muy concretamente, relativas a la idea de los cuidados y de las ayudas.

Obra: Rehabilitación de la Residencia de mayores Hogar Doz

Emplazamiento: Avda. Navarra, Cuesta de los Arenales, la calle Tudela, la calle Baltasar Gracián y la calle de los Quiñones. Tarazona.

Promotor INSTITUTO ARAGONÉS DE SERVICIOS SOCIALES – DGA

Arquitecto Ignacio Grávalos Lacambra

Patrizia Di Monte

Final de obra: Septiembre, 2023

Constructora: UTE IDESER OSEPSA HOGAR DOZ

Aparejador: Adrián Zorraquino

Instalaciones: Essere Ingenieria